TL;DR:
La idea de que los músicos cristianos, en su rol eclesiástico/dominical, son sacerdotes (en vez de artistas) puede llevar a dos problemas: (1) se relativiza la distinción entre el Creador y su creación y (2) se abre una posibilidad de creer que el ser humano puede manipular el poder divino.
Los matices Panenteístas, Panteístas y Gnósticos que esta idea acarrea pone a los que defienden esta perspectiva en tensión con el carácter trascendente y omnipotente del Dios revelado en la Escritura.
Uno no necesita mirar muy a fondo en la historia de alabanza y adoración contemporánea (CPW, por sus siglas en inglés; mejor conocido como CCM) para notar el lugar central que la música ha tenido para este movimiento. No sólo se ha pensado que la alabanza es intrínsecamente musical, sino que también se ha elevado el rol de los músicos al argumentar que debería redefinirse de acuerdo a funciones sacerdotales.
En su libro A History of Contemporary Praise and Worship, Lester Ruth y Lim Swee-Hong proveen las raíces históricas de este movimiento.
La creencia de que la música es un vehículo para experimentar la presencia de Dios viene de las sensibilidades teológicas de una revolución litúrgica que se remonta al 1946. Se hacía énfasis en la promesa de que Dios “habita en la alabanza de su pueblo” (cf. Sal. 22:3).
De ahí, se ve fácilmente como la música en sí se le da poder para mediar la presencia de Dios:
Si Dios habita en la alabanza (cf. Ps. 22:3),
y la alabanza es irreduciblemente musical, entonces
Dios habita en la música.
Esta es una idea seriamente peligrosa porque esta perspectiva tiene dos problemas interrelacionados: (A1) relativiza la distinción entre el Creador y la creación y (A2) se abre una posibilidad de creer que el ser humano puede manipular el poder divino.
El problema (A1) es mejor apreciado cuando entendemos que la música, lejos de ser un arte abstracta, es un fenómeno encarnado – una interacción con las integridades del mundo físico.1 El hecho de que la música participa en lo que Jeremy Begbie llama un “orden sónico” subraya la materialidad de la música ya que “envuelve entidades físicas (…) materiales que directamente producen sonido.”2
Decir que Dios habita en lo que es irreduciblemente musical (es decir, las alabanzas), es colapsar a Dios con el mundo. La lógica, entonces, se expande:
Si Dios habita en la alabanza (cf. Ps. 22:3),
y la alabanza es irreduciblemente musical, entonces
Dios habita en la música (de 1 y 2).
Si la música es un fenómeno encarnado y físico, entonces
Dios habita en la fisicalidad (de 2 y 4).
Esta línea de pensamiento, yo propongo, se aleja de una cosmovisión genuinamente cristiana al compartir matices Panenteístas o Panteístas.3 Por contraste, en la narrativa bíblica, se mantiene una distinción entre Dios y la creación al Dios invitar a lo que no es Dios para participar en su propia vida (cf. Gen 1).4
El problema (A2) se desprende del (A1). Si Dios habita en la música entonces, ¿qué dice eso acerca del músico – la persona que emplea su creatividad para hacer música? En las décadas siguientes al 1946, un movimiento teológico enfocado en el tabernáculo de David desarrolló esta idea al enseñar que si la alabanza es irreduciblemente musical, los músicos en las iglesias sirven un rol sacerdotal. Ruth y Lim explican que uno de los efectos de ese movimiento era “fortalecer la identificación sacerdotal de los músicos que ayudaban a mediar el acceso del pueblo de Dios a la presencia de Dios.”5 ¿No implica esto que, a lo mínimo, el poder divino está a la disposición del músico ya que puede manipular donde Dios habita?
Esto, obviamente, no es nuevo. La creencia en que el músico puede manipular el poder divino a través de la música se remonta a tiempos antiquísimos, hasta a Empedocles, que según
explica, “decía que podía enseñarle a la gente cómo ‘traer del Hades la fuerza de un hombre que ha muerto’ – en otras palabras, [Empedocles] podía levantar a un cuerpo de la tumba.”6 Pensado así, la música tiene más que ver con magia que con adoración genuina. E.P. Sanders explica la diferencia,“La magia estaba basada en una aplicación de una perspectiva generalizada: que hay una Gran Cadena de Existencia, donde todo está conectado a otra cosa, tanto para arriba como para abajo. La manipulación de ciertos elementos ordinarios (…) influenciarían la existencia de los seres más altos a ellos y así sucesivamente hasta llegar al tope de la cadena donde reside la deidad. La correcta manipulación de los elementos más bajos, junto con los encantos correctos y el uso de los nombres correctos, harían que la deidad cumpliera los deseos humanos.”7
Que el músico puede mediar la presencia de Dios a través de la música, y por lo tanto tiene algún rol sacerdotal, es una lógica que se aleja de una cosmovisión cristiana y comparte matices Gnósticos (i.e., la “Gran Cadena de Existencia”). Tomado juntos, estos problemas invierten la relación básica entre Dios y la humanidad al poner la experiencia humana como el punto de partida.
Parece que pensar las alabanzas como intrínsecamente musical y/o los músicos como sacerdotes levíticos compromete al que mantiene tal perspectiva al Panenteísmo, Panteísmo, o Gnosticismo. Esto, de seguro, está en tensión con el carácter de Dios revelado en la Escritura,8 puesto que este Dios es revelado tanto como trascendente sobre la creación (contra A1) y completamente omnipotente de modo que su poder no puede ser manipulado al antojo de ningún ser humano (contra A2).
Este problema puede ser resuelto de dos maneras: o una expansión a la teología sacramental (donde la creación puede mediar la presencia de Dios a través de elementos físicos) o en vía pneumatológica (donde es el Espíritu Santo quien toma cosas físicas para comunicar soberanamente los propósitos de Dios). Estas perspectivas, en efecto, resuelven los problemas aquí presentados, pero en su lugar se levantan otros problemas…
Jeremy Begbie, Resounding Truth: Christian Wisdom in the World of Music, Engaging Culture (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2007), 39. Kindle.
Begbie, Resounding Truth, 39. Kindle. Mi traducción.
Panenteísmo es una escuela de pensamiento teológico que arguye que Dios está en la creación. El Panteísmo está relacionado, pero va más allá al arguir que Dios es la creación, y la creación es Dios.
Lo que propongo aquí es una diferencia ontológica entre Dios y el mundo. Una cosmovisión cristiana (es decir, una cosmovisión que mantiene la doctrina de la Encarnación), sí necesita mantener que Dios habitó físicamente en Jesús (cf. Juan 1:14).
Lester Ruth and Lim Swee-Hong, A History of Contemporary Praise and Worship: Understanding the Ideas That Reshaped the Protestant Church (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2021), 55. Kindle. Mi traducción.
Ted Gioia, Music: A Subversive History (New York, NY: Basic Books, 2019), 53.
E.P. Sanders, “Miracles,” in The Historical Figure of Jesus (Westminster, UK: Penguin Books, 1995), 140.
La noción de “ser bíblico” es problemática al asumir que hay solo una manera de leer la Escritura y que es posible leer la Escritura desde un lugar de total neutralidad. Lo uso aquí porque los círculos que defienden una teología de músicos-como-sacerdotes tienden a ser evangélicos – a quienes, claro, les gusta “ser bíblicos.”